Historia de la marihuana: de los pies del Himalaya a las manos de Manuel Belgrano

Los tabúes que despierta la marihuana mantuvieron al “Señor X” en el anonimato durante 28 años. Había confesado, en un libro de historias cannábicas del psiquiatra Lester Grinspoon, su amor por la planta que “despierta la sensibilidad adormecida”. Recién en 1999, cuando ya habían pasado 3 años del cáncer terminal que lo fulminó, Grinspoon confesó la identidad de “X”: se trataba del astrofísico Carl Sagan, inmortalizado en la serie “Cosmos”.

 Juan Brodersen

La anécdota está contada en Marihuana (Editorial Planeta, 432 páginas, 439 pesos), del periodista Fernando Soriano, que repasa la relación entre el hombre y el cannabis en una historia social. Una reconstrucción que va desde aquellos primeros brotes a los pies del Himalaya a su uso como planta sagrada, pasando por los tempranos cultivos en la pampa húmeda que Manuel Belgrano quiso impulsar -y a los que les dedicó dos escritos-, hasta llegar a ser una sustancia prohibida que se consume por “criminales”.
Carl Sagan, en 1990: ícono de la astronomía y la divulgación científica | AP

“Después de muchos años de trabajo maduré la idea de que existe un agujero negro sobre este tema: que gran parte de la sociedad (y eso incluye funcionarios del Estado, legisladores, policías y medios de comunicación) piensa desde una base de prejuicio y desinformación y también hipocresía”, cuenta Soriano a Clarín. Usuario de marihuana desde joven, apunta a los argumentos en contra: “No tienen demasiado sustento si los comparamos con el negocio del alcohol, el tabaco y los psicofármacos, las drogas permitidas y más consumidas”.
Lo que empezó como una inquietud, va en el libro mucho más allá. Hay un camino trazado que arranca con el registro de los primeros usos de la planta cannabis sativa durante el Neolítico (3500 a.C.), sigue con la semilla plantada durante la Revolución de Mayo con Belgrano, las discusiones por su legalización en la revista de los 80 El Porteño, la guerra en su contra de López Rega en 1973 copiada del expresidente de Estados Unidos Richard Nixon y la ley de cannabis medicinal aprobada a fines del último marzo. Y también está, claro, el porro que se fumaron Bob Dylan y los Beatles, que “cambió la cultura pop para siempre”.
─La estigmatización del uso de la marihuana aparece como hilo conductor del libro. ¿A dónde te llevó esta idea?
─Desde hace al menos 40 y pico de años se ha estigmatizado a los consumidores de cannabis, tanto que la ley, aquí, todavía los considera criminales. Creí que faltaba un trabajo que contara la historia de la planta (porque es una planta) desde la naturalización: sus orígenes como hierba sacramental y medicinal, su relación con los hombres y mujeres a través del tiempo, las tensiones con los intereses económicos corporativos, raciales y religiosos, y sus diferentes usos. Creo que lo que el libro atraviesa en las 27 historias de todo tipo que lo componen es que su prohibición es un absurdo, que tenemos una relación casi simbiótica con el cannabis desde hace 10 mil años.
─ Hay un rescate de Manuel Belgrano como un amante de la tierra como medio para alcanzar la felicidad de los pueblos. ¿Cómo llegó a impulsar los cultivos de Marihuana?
─Desconozco si Belgrano sabía que el hashish que seguramente vio en España provenía de la misma planta que servía para fabricar cuerdas y jarcias y velas de los barcos de la época. En su etapa de formación en Europa conoce la planta de cannabis (o cáñamo indiano, como se le decía) y su desarrollo industrial y al regresar como funcionario de la Corona, y ver una notable miseria, plantea, a partir del final del negocio de la minería, impulsar la agricultura.
Manuel Belgrano, líder y referente político del siglo XIX argentino

─Por eso recordás que había leído a autores como Francois Quesnay, fisiócrata, que resaltaba el papel de la tierra. ¿Cómo llega el pango al Río de la Plata?
─ Claro, ellos exaltaban el trabajo de la tierra (en esa época era considerado algo casi indigno por las clases altas), y pensó que el territorio de la futura patria podría ser muy buena para plantar cannabis y fabricar los productos que necesitaba España para sostener su poderío naval. Belgrano creía que con esto emplearía a hombres y mujeres y llevaría “felicidad a los pueblos”. Pero España no lo bancó en la idea, y los monopolistas de Cádiz, como su padre, tampoco. Yo planteo un poco en serio que eso anidó su idea de revolución, que llevaría a cabo 13 años más tarde. La otra ruta por la que llegó la marihuana fue a través de los esclavos africanos. Pango es cannabis en angoleño. Y ellos fumaban la flor en pipas. O, como se diría en afro: pitaban pango en cachimbos.
─ Los primeros brotes cannábicos se encontraron a los pies del Himalaya, según contás. ¿Cómo es más o menos el camino desde ese momento hasta hoy?
─Todas las culturas usaron la planta a lo largo de la historia. Cuando no existía el concepto droga, el uso era integral: religioso, sacramental, espiritual, mágico y medicinal. No había distinción. Para la cultura hindú el cannabis es una planta que está en las escrituras sagradas y desde allí los británicos tomaron conocimiento de los usos medicinales y la llevaron a Europa como producto medicinal, pero en el Viejo Continente ya existía: las brujas, que no eran otra cosa que curanderas, la usaban para muchas dolencias.
Cosechando en la cordillera del Himalaya, en Nepal: allí se encontraron los primeros brotes

─¿En qué otras culturas hay registros de su uso?
─Los rusos desarrollaron muy bien su uso industrial. Venecia se consolidó como centro de comercio occidental gracias al mercado del cannabis industrial. Los árabes empezaron a fabricar papel y también inventaron el hashish. George Washington y Abraham Lincoln tenían cultivos de cannabis en sus fincas. Y los mexicanos escribieron “La cucaracha” en su honor: “la cucaracha la cucaracha ya no puede caminar porque le falta porque no tiene mariguana pa fumar”. Luego la censura cambió “marihuana” por las patitas de atrás: una buena síntesis del absurdo.
─ ¿Qué es el herbario Pen Ts’ao Ching?
─Es el primer herbario chino, data de 5000 años de antigüedad, escrito por el emperador Sheng Nung. Y se incluye el uso de la marihuana para combatir la “debilidad femenina”, gota, reumatismo, malaria, constipación, beriberi o problemas de concentración, entre muchas otras dolencias.
─ ¿Qué relación hay entre el ungüento de cannabis y el “aceite santo” que se usaba, supuestamente explicado en el Antiguo Testamento?
─Hay investigaciones etimológicas de principios del siglo XX que descubrieron que el Antiguo Testamento hace referencia al uso del cannabis. El kanna-bosm (caña perfumada) está en el “primer tomo” de la Biblia como un ingrediente de la santa unción, el tópico que aplicaban los místicos hebreos y los primeros curanderos cristianos. Se lo menciona en el Éxodo. Según el investigador Chris Bennet el nombre “Cristo” deriva del griego y significa “el ungido” y “Mesías” viene del hebreo y quiere decir “el untado”. La hipótesis de Bennet es que Jesús usaba aceites con kanna bosm para sanar enfermedades -citadas en la Biblia- que “casualmente” son las mismas sobre las que se aplica cannabis hoy. Bennet incluso plantea que el bautismo podría haber sido originalmente una unción de aceite cannábico.
─ Aparece también en la época del esplendor del tango, en la Buenos Aires de los años 30. ¿Cómo se conseguía?
─La cultura del tango siempre fue mucho más proclive al uso de la cocaína y la morfina e incluso del opio, en los fumaderos chinos de La Boca. Pero en esa época las farmacias, además de cocaína, vendían porros armados importados desde Francia, con prospecto y todo, para combatir el asma y los dolores menstruales.
George Harrison, de los Bealtes, junto a Bob Dylan en el Madison Square Garden, Nueva York, en 1971 | AP

─Le dedicás un capítulo especial a la relación Beatles - Bob Dylan. ¿Qué pasó el 28 de agosto de 1964?
─A mi juicio, ese día en el célebre Hotel Delmonico de Manhattan, cambió la cultura pop para siempre. Esa noche Bob, que tenía 24 años, les convidó porro a los Beatles (tenían entre 22 y 24 años), que nunca habían fumado. Fue un big bang. Al poco tiempo los ingleses editaron Rubber Soul y su sonido y su lírica y su estética ya era otra. Cuento en el libro cómo ellos mismos adjudican el cambio en su música en gran parte a la marihuana. Lo mismo pasó con Dylan, que electrificó sus sonido al poco tiempo.
─También citás, a lo largo del libro, ejemplos de escritores, artistas, músicos y referentes de la cultura que consumieron marihuana. ¿Qué casos te sorprendieron más?
─Hay muchos célebres personajes de la humanidad que tenían un vínculo de amor y respeto hacia la planta. Louis Armstrong decía que era “cientos de veces mejor que el whisky” en la época de la ley seca y le escribió una canción a la planta, Muggles, una de sus obras maestras, de 1928. El poeta Allen Ginsberg fue un férreo defensor del consumo libre, y fue quien convidó el primer porro a Dylan. Paul McCartney le escribió Got to get to into my mind, incluida en Revolver, de Beatles. “Lo único que puedo asegurar es que no es violenta”, decía Lennon. Se sabe que muchos jugadores de la NBA la usan para relajar luego de los partidos, lo mismo que el multimedallista Michael Phelps, el nadador más grande de la historia.
Michael Phelps, múltiple campeón olímpico.

─Sin embargo, a pesar de estos casos, muchas veces en los medios se habla de “droga” en general, y no de determinadas sustancias en particular. ¿A qué creés que se debe esto?
─Cuando los medios hablan de “la droga” incurren en un error bastante grave, que nos lo enseñan en las primeras clases de periodismo y que es la generalización. No es lo mismo cocaína que paco, no es lo mismo heroína que LSD ni el éxtasis que la marihuana, de la misma forma que el el ron no es tiene nada que ver con el Valium. Yo creo que se debe a una estigmatización, a que la prohibición lo que hace es cercenar la capacidad de entenderlas, estudiarlas, aprender lo bueno y lo malo de éstas y las diferentes formas que tienen los hombres y las mujeres para relacionarse con las sustancias. La búsqueda de un viaje interior es inherente al ser. Del mismo modo que algunos animales buscan ciertas plantas embriagadoras para alterar sus conciencias. La imagen del drogadicto delincuente, escoria de la sociedad, es estigmatización pura, con base en una profunda ignorancia y en la pereza mental de no querer entenderlas. El problema es de las personas y no de las sustancias. Apenas el 9% de usuarios de drogas ilícitas son adictos.
Marcha mundial de la mariuana, el pasado 6 de mayo, en Buenos Aires | AFP

─¿Qué importancia tiene la ley que se aprobó del cannabis medicinal a fines de marzo?
─Muchísima importancia aunque tiene un grave error, que es no incluir el autocultivo. Importancia, primero porque atiende rápidamente una necesidad sanitaria de mucha gente y luego porque significa el primer paso de un proceso que inevitablemente lleva a la naturalización del uso del cannabis. O al menos a la no persecución de sus usuarios “recreativos”, aunque no estoy de acuerdo con el término. Prohibir el autocultivo es no entender que quien cultiva atenta contra el negocio narco y, en el caso medicinal, cortar un conocimiento que el enfermo ya tiene sobre su planta. La gente va a seguir cultivando, la gente va a seguir fumando.
─¿Qué ley haría falta, entonces?
─Sería bueno que se legalizara, y que el Estado controlase qué fuma su sociedad y así se evitaría que consumiera el porro prensado que viene de Paraguay, que no sabemos qué tiene, tal como hace Uruguay. La planta es una sola, no hay una planta medicinal y una “recreativa”. Por eso creo que llegará el día que veamos la prohibición como un viejo absurdo del siglo XX, como ahora pasó con divorcio o el casamiento entre personas del mismo sexo o incluso con el voto femenino.

Fuente: ElClarin.com

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