El flujo energético determina las sociedades


La Historia de la Humanidad se ha caracterizado por la creación de una estructura social y tecnológica cada vez más compleja dirigida a captar la energía disponible del entorno. El incremento en el flujo energético permite a su vez el crecimiento de los asentamientos humanos. A medida que aumenta la población, la vida social se hace más densa y variada, lo cual promueve el avance de la cultura. Las sociedades se colapsan cuando el flujo de energía se interrumpe bruscamente.

El colapso se caracteriza por la reducción de los excedentes alimentarios, el agotamiento de las reservas gubernamentales, la disminución del consumo de energía per cápita, el abandono de infraestructuras clave como los sistemas de irrigación, las carreteras y los acueductos, el aumento de la desconfianza popular hacia el Estado, la descomposición de la autoridad central, la despoblación de las áreas urbanas y el aumento de la frecuencia de las invasiones y los saqueos por parte de grupos o ejércitos procedentes del exterior.

En el sistema de producción hidráulica, en los primeros estadios se crean los sistemas de irrigación, se abren nuevos campos para el cultivo y se construyen carreteras para trasladar el grano del campo a la ciudad. El gasto energético tiene como resultado un incremento neto de energía. En la fase final de la historia de la civilización, el Estado se ve obligado a dedicar más dinero a conservar la infraestructura agrícola existente, así como a mantener las burocracias estatales que controlan la sociedad. Para dar respuesta a estas mayores necesidades energéticas se cae a menudo en una sobreexplotación de los campos para obtener ingresos adicionales de energía, lo cual lleva a la degradación y erosión del suelo y a un descenso de la productividad.

La población cada vez trabaja de manera más dura e intensiva. El Estado acostumbra a imponer más tributos a sus súbditos para cubrir los objetivos. El malestar social obliga a dedicar parte de la energía en mantener la ley y el orden, destinando las reservas alimentarias al estamento militar. A menos que se encuentre un nuevo suministro energético, sea fruto de una conquista o de la explotación de una nueva fuente de energía, el colapso es inevitable.

Para saber más: La economía del hidrógeno. Jeremy Rifkin. 2.002.

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