Argentina: El futuro del petróleo no convencional


¿Energía para qué?



Desde mediados de 2014 se registra una estrepitosa caída del precio internacional del petróleo y de otros hidrocarburos y derivados. Luego de superar los 110 dólares entre junio y julio, la cotización del barril de crudo Brent descendió sin cesar hasta situarse entre los 50 y 65 dólares. Aunque el precio parece haberse fijado en esa franja, al día de hoy nadie se animaría a apostar en favor de una estabilización en el corto plazo. 

La tendencia al alza de precios de la última década y esta caída abrieron un debate acerca de la viabilidad económica de explotar hidrocarburos no convencionales en Argentina. Se trata de una discusión que, sin embargo, no debe reducirse a la simple ecuación costo/beneficio. Desde el punto de vista ambiental y sanitario, la utilización a gran escala de las técnicas de fractura hidráulica y perforación horizontal en formaciones de lutitas acumula numerosas denuncias y prohibiciones. En Estados Unidos, el Departamento de Salud del Estado de Nueva York acaba de publicar un informe en el que señala que “la ciencia en torno a la fractura hidráulica es limitada o muy reciente (...) los estudios existentes generan dudas sustanciales sobre si los riesgos inherentes a la fractura hidráulica son lo suficientemente comprendidos para su manejo adecuado”. 
¿Cuáles son algunos de estos riesgos? Impactos en el aire y potenciales afecciones respiratorias, cambio climático, contaminación superficial y de los acuíferos (por migración de metano y/o químicos utilizados en la técnica), sismicidad inducida e impactos en la forma y calidad de vida de las comunidades urbanas y rurales afectadas. El informe sintetizó cuatro años de estudios realizados con el objetivo de asesorar acerca del desarrollo a gran escala de estas explotaciones. El resultado fue la recomendación de su prohibición, finalmente implementada, como ya había sucedido en otros estados (Vermont) y países (Francia y Bulgaria). 
En Argentina, el incipiente desarrollo de los combustibles no convencionales lleva casi 1.000 pozos perforados, de las decenas de miles necesarios para lograr el autoabastecimiento energético. Sin embargo, esta ínfima proporción ya es suficiente para tener una idea de los riesgos en relación con los posibles accidentes (como pérdida de pastillas radiactivas en pozos de Total e YPF), violaciones de los derechos de los pueblos originarios, la ocupación de zonas protegidas y el deterioro de tierras dedicadas al cultivo. Recordemos que en los últimos meses más de 40 municipios del país han prohibido la técnica en su término municipal al priorizar el principio precautorio en materia ambiental. 
Finalmente, más allá de la incertidumbre en torno a los precios y las técnicas, no pueden obviarse las consideraciones políticas del tema. La producción y el consumo de energía no son algo “externo” a las relaciones sociales predominantes en la sociedad capitalista, sino que guardan con ellas un vínculo indivisible. La explotación económica y de la naturaleza que sostiene la acumulación capitalista supone una periódica reestructuración de los procesos productivos bajo la premisa del crecimiento infinito, que opera como arma del capital frente a la continua insubordinación laboral. Este es el secreto más recóndito de las revoluciones tecnológicas que han caracterizado el funcionamiento del capitalismo en sus más de dos siglos de existencia. La reducción de los trabajadores a mero apéndice de la máquina y la inevitable aceleración en el transporte y el consumo de mercancías, implican crecientes costos energéticos y ambientales, como fielmente atestigua el desbocado proceso de mundialización de las relaciones capitalistas de las últimas décadas. Gracias a su inigualable densidad energética, los hidrocarburos son prácticamente insustituibles para esta forma de reproducción social. Proyectos como el de Vaca Muerta se insertan en esta matriz de relaciones, y, por lo tanto, carecen de todo tipo de “neutralidad” en términos de clases. Su cuestionamiento pues, lejos de ser retrógrado, se encuentra grávido de una pregunta sumamente enriquecedora que amerita el mayor debate público posible: ¿energía para quiénes y para qué? 

Diego di Risio es politólogo, integrante del Observatorio Petrolero Sur (OPSur) y Diego Pérez Roig es politólogo, integrante del Centro de Estudios para el Cambio Social (CECS). 

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