Semana de debate para los indignados





El movimiento que nuclea a dirigentes sociales de las principales capitales del mundo se dio cita en Bruselas para debatir y elaborar propuestas que combatan los males del planeta. Los une el hartazgo con la política tradicional.
Por Eduardo Febbro
Desde Bruselas
“El peligro más grande que nos amenaza es la pasividad.” Con esa consigna en la conciencia, pintada en varios carteles, los indignados europeos terminan mañana en Bruselas la semana de reflexión y debate con una gran manifestación que apunta a reclamar más democracia y derechos para los pueblos, precedida por una marcha de cientos de kilómetros través del Viejo Continente. Al igual que en Madrid, Barcelona, París, Nueva York o Washington, el brazo rígido del liberalismo los esperó con un severo dispositivo policial. Apenas llegaron a la capital belga y se instalaron en el Parque Elisabeth, la policía los desalojó manu militari y sin contemplaciones. El Agora de Bruselas internacional que debía celebrarse allí terminó con el arresto de decenas de personas y una negociación con las autoridades que desembocó en la instalación de los indignados en el edificio de la HUB, Hogeschool-Universiteit Brussel. Allí viven confinados desde hace casi una semana. La situación es a la vez surrealista y creativa: cientos de personas oriundas de muchos países diferentes comparten un espacio físico, moral e intelectual. Los carteles desplegados en varios idiomas testimonian el espíritu que rodea este encuentro que a lo largo de la semana debatió y elaboró propuestas sobre todos los males del planeta. “Bienvenida Dignidad”, “Resistir no es un crimen”, “Sé tú mismo el cambio que quieres para el mundo”, “Reglas para nosotros, oro para ellos” son algunas de las proclamas que se leen en el recinto de la HUB.
Los indignados que se instalaron en Bruselas recorrieron más de 1200 kilómetros a través de tres marchas: la Marcha Meseta, que salió de Madrid; la Mediterránea, que partió de Barcelona, y la Marcha Toulouse, que empezó en esta ciudad francesa del sur de Francia. Con el correr de los días fueron convergiendo en Bruselas gente de Gran Bretaña, Grecia, Alemania, Italia, Irlanda, Noruega, Dinamarca, Suecia, Holanda y Portugal. Pierre, un indignado francés que partió desde Toulouse, celebra el apoyo popular recibido a lo largo del camino y repudia los palos policiales: “La gente se acerca a nosotros, nos alienta, nos da agua, comida, comparte nuestros problemas. En realidad, estamos todos en la misma: sin trabajo, pagando alquileres de mansión por un departamento caja de fósforo, con sueldos ridículos y un sistema financiero cuyos delincuentes siguen libres y festejando la catástrofe que provocaron. Ha sido una marcha dura, cada día nos hace falta encontrar un lugar donde comer y dormir. Además, la mayoría de los indignados son personas que están sin trabajo, tenemos pocos recursos, pero hemos salido adelante”. Mañana es el gran día. Después de la Jornada Internacional del Anticapitalismo celebrada el 12 de septiembre, mañana es el día de ir “unidos por un cambio global”. La fecha es tanto más emblemática cuanto que responde a la convocatoria lanzada por el movimiento español 15-M para este mismo sábado con unas 60 marchas en España y en 45 países, incluido Brasil. El manifiesto elaborado para este 15 de octubre, traducido a unos 18 idiomas que incluyen el hebreo o el japonés y accesible en la página de Internet http://15october. net/pt/, resalta que “los poderes establecidos actúan en beneficio de unos pocos, desoyendo la voluntad de la gran mayoría, sin importarles los costes humanos o ecológicos que tengamos que pagar. Hay que poner fin a esta intolerable situación”.
Jon Aguirre Such, portavoz de Democracia Real Ya, explica que las manifestaciones mundiales y la concentración emblemática en Bruselas se hacen contra cuatro poderes: el financiero, el político, el militar y el de los medios de comunicación. Bancos, agencias de calificación, paraísos fiscales, dirigentes políticos, la OTAN y los grandes grupos de medios encarnan el lado oscuro de la modernidad. Más profundamente, el eurodiputado irlandés Paul Murphy, integrante del grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica en la Eurocámara, destaca la forma en que las revoluciones árabes han influenciado las movilizaciones en Occidente: “Las revueltas del mundo árabe nos han enseñado el poder del pueblo”. De allí la propuesta que plantean los organizadores de las marchas si alguien se acerca a preguntar: “¿quién está detrás de todo esto?”. La respuesta es muy simple: “yo”. Todos esos “yo” ya están en Twi-tter (#soy15O) explicando por qué les parece que ha llegado la hora de pugnar por el cambio: “Porque creo en la humanidad y en su capacidad para cambiar el mundo”, escribe Blanca Mundele. Paco Arnau escribe en Twitter: “Porque hay que señalar a los culpables: grandes empresarios y banqueros; y no sólo a sus lacayos en la política y el gobierno”. Lily anota: “Porque ya es hora de despertar de una vez, cambiar, tomar decisiones propias en vez de dejar que las tomen por nosotros”. Estos mensajes que circulan en Twitter están en carne y hueso en Bruselas. “¡Indignados, en la calle, en vez de callarse la boca, es mejor un taller a cielo abierto!”, dice una pancarta expuesta en las puertas de la sede del banco BNP Paribas, donde los indignados organizaron un taller a cielo abierto sobre el tema “Las mujeres de Europa son las verdaderas acreedoras de la deuda pública”. Según los promotores del taller, la crisis y los consiguientes planes de austeridad no harán sino acrecentar las ya palpables desigualdades de género. En Bélgica, por ejemplo, las diferencias salariales entre hombres y mujeres de alta calificación ascendían al 21 por ciento.
Albert, un indignado francés que se unió a la marcha de los indignados desde Toulouse, explicaba: “Las mujeres pagarán la crisis más que otra categoría. La pobreza las tiene a ellas como principales víctimas; los despidos en las empresas siempre empiezan por ellas y lo que se viene no presagia nada mejor”. Las asambleas populares de los indignados cuentan con invitados “no gratos”, según la expresión de Jan Slangen, miembro del Agora de Bruselas: “Está lleno de policías de civil que supervisan nuestras asambleas. Esto se parece cada vez más a un Estado policial”, dice colérico Slangen. El tema central de las marchas y los talleres irrita a los poderes europeos. Como ocurrió cuando los indignados del sur llegaron a París, donde muchos fueron detenidos y brutalmente golpeados por la policía, cada escala da lugar a un caluroso recibimiento popular y a una movilización policial desproporcionada. Jordi, un militante de Barcelona, piensa que “nos tienen miedo, miedo de que esto se haga más profundo. Les venimos a reclamar todo lo que no hay y a denunciar a los privilegiados: democracia directa en Europa, el fin del monopolio de los tecnócratas, a quienes no hemos elegido. Queremos que las oligarquías políticas que guardan el poder bajo llave se disuelvan”. En la marcha hacia la capital belga muchos de los caminantes organizaron encuentros con los habitantes de las localidades que iban atravesando. De ese diálogo surgió El Libro de los pueblos. Se trata de cuadernos con las quejas, exigencias, ideas y reflexiones que se recogieron durante las asambleas populares celebradas en las localidades. Miguel Angel, uno de los protagonistas de la Marcha Mediterránea, resalta que “a nadie le sorprenderá la universalidad de las dolencias recabadas en El Libro de los pueblos. Desempleo, corrupción, derroche del dinero público, aumento de los impuestos, compresión de las inversiones en salud y educación, problemas medioambientales. Esa síntesis será presentada entre hoy y mañana a las instituciones europeas. Los tecnócratas de Bruselas no desconocen esas “ausencias” del sistema democrático, pero se han vuelto expertos en cerrar los ojos.
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La empresa propietaria del parque Zucotti cancela su plan de desalojar a los acampados

ISABEL PIQUER Corresponsal en Nueva York 


Euforia en el parque Zuccotti. Los indignados de Wall Street se apuntaron este viernes una victoria después de que las autoridades de Nueva York aplazaran el desalojo de la plaza donde llevan acampados casi un mes, una iniciativa arriesgada que hubiera podido degenerar en un enfrentamiento. Todo estaba listo para la confrontación: los indignados habían anunciado que resistirían; los policías, esposas de plástico al cinto, se preparaban a desalojar a los manifestantes; cientos de simpatizantes habían acudido de refuerzo. A las 6.20 de la mañana, 40 minutos antes del supuesto inicio de las operaciones, los propietarios del parque, Brookfield Financial Properties, anunciaron que cancelaban la limpieza que habían previsto y con la que esperaban vaciar el emplazamiento de sacos de dormir, mesas y tiendas de campaña.
Cientos de jóvenes fueron a defender el campamento del sur de Manhattan
Hubo algunos altercados posteriores, en los que se produjeron una quincena de detenciones, pero se evitó el enfrentamiento. La presencia de una decena de camiones de TV, que retransmitían en directo los eventos de Zuccotti, y la presión de las organizaciones vecinales, que apoyan a los manifestantes, hicieron que Brook-field diera marcha atrás. El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, había asegurado que los indignados podrían retomar la plaza una vez limpiada, pero ellos no se fiaban. Bloomberg, que hasta ahora ha respaldado el derecho de los manifestantes, reconocía que habían sido "pacíficos" pero se quejaba del coste de la constante presencia policial, una factura de unos dos millones de dólares: "Cuanto más se queden, peor será para la economía de la ciudad". Zuccotti festejó su victoria con alegría y alivio, pese a la hora matinal: cantos, manifestaciones y desayunos gratuitos. "Es un gran logro" decía entusiasmado, escoba en mano, Dominick, un estudiante que había ido a ayudar antes de sus clases. "Esto nos da más energía, nos ayuda a mantener el interés; sólo hay que ver todas las personas que vinieron con nosotros para estar aquí al alba".
Las manifestaciones ya se han extendido a 160 ciudades de todo Estados Unidos
Algunos seguían desconfiando. "Nos desalojarán cuando la prensa no esté", decía Nicole, que lleva 20 días durmiendo en el parque, mientras volvía a poner el enorme colchón que había ocultado en un edificio cercano por si había enfrentamientos. "El problema es que por la noche no cabemos, somos demasiados, deberíamos repartirnos por otros sitos de la ciudad y sé que es una de las estrategias que se están barajando, pero no vamos a decir cuáles, de momento, para no alertar a la Policía". No ha habido conversaciones directas entre representantes de Occupy Wall Street y los dueños del parque o la alcaldía, asegura uno de los portavoces del movimiento, Mark Bay. Confirma que en las asambleas y los grupos de trabajo en los que se toman las decisiones se ha hablado de desplazar el "centro de operaciones" a otro lugar. No va a ser fácil encontrar un parque como el Zuccotti, cuya normas son mucho más permisivas al ser propiedad privada. Puede estar abierto 24 horas, al contrario de los parques públicos que, por ley, cierran por la noche.
Protestas de solidaridad
Que las autoridades neoyorquinas y los propietarios de Zuccotti cambiaran finalmente de opinión ilustra hasta qué punto Occupy Wall Street se ha convertido en un movimiento popular. El peligro de desalojo ha dado más publicidad al movimiento, al provocar protestas de solidaridad en más de 140 ciudades, especialmente en las universidades de todo el país. Muchos estadounidenses están indignados por que el rescate financiero del Gobierno haya beneficiado a los bancos mientras sigue subiendo la cifra de parados, más de 14 millones. "Hablan de limpiar el parque cuando lo que deberían limpiar es Wall Street" "Multimillonarios, ha llegado vuestra hora", rezaban algunos de los carteles de la plaza. Incluso los obreros de la construcción de la Zona Cero, que miraban desde la barrera a los manifestantes, no podían evitar un gesto de solidaridad. "Hay que subir los impuestos a los ricos", se atrevía a decir uno de ellos. “Los bancos no tomarán más nuestras casas. No robarán a los estudiantes. No destruirán más el medio ambiente. No financiarán la miseria de la guerra. Los bancos no causarán más desempleo masivo”, proclama el principal emblema de este movimiento cívico.
900 ciudades de los cinco continentes se manifiestan hoy...
ELENA HERRERA MADRID 

En la página web 15october.net el espacio virtual donde los indignados agrupan las convocatorias de movilizaciones para el próximo sábado el mapa del mundo está a punto de convertirse en una gran mancha roja. Cada nueva cita es un punto de ese color y ya son más de 900 los pueblos y ciudades de todo el planeta que darán respuesta a una crisis que se presenta como global con una protesta también global.
De Melbourne a São Paulo, pasando por Santiago de Chile, Bogotá, Seúl, Dakar, Oslo, Honolulu o Rabat, españoles que residen allí, pero también ciudadanos nativos calientan los motores de una jornada en la que los indignados de todo el mundo reclamarán una auténtica democracia.

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