Madre Tierra, hermano Ambiente… a propósito del “Día de la Tierra”




Lo que en sus inicios quizás fue una manifestación más del llamado movimiento “hippie” a comienzos de la década de los 70, protestando en contra de derrames de petróleo, contaminantes de fábricas, plantas nucleares, aguas negras, desperdicios tóxicos, pesticidas, autopistas, y la pérdida y extinción de la vida silvestre, de repente se dieron cuenta que tenían valores en común con el resto de la sociedad.

POR: GUSTAVO CARRASQUEL



El fervor juvenil heredado de los convulsivos años ´60 desató una vorágine convocatoria donde participaron dos mil universidades, miles de escuelas primarias, secundarias y centenares de comunidades. La presión social tuvo sus logros y el gobierno de los Estados Unidos creó la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental) conocida como EPA y una serie de leyes destinadas a la protección del medio ambiente.
En el contexto de aquella búsqueda de espiritualidad, plagada de los temores de la “Guerra Fría”, de la decadencia de “Vietnam”, donde resonaba la letra de las esperanzas de Lennon evocadas en “Imagine” por la paz mundial. Paralelamente con esta lenta conscientización ambiental, hubo una oposición cada vez mayor a la participación de los Estados Unidos en la Guerra.
Las manifestaciones públicas contra lo bélico, particularmente las realizadas en las universidades, impulsaron la idea que las acciones individuales harían la diferencia, y que los desafíos organizados al “status quo” podían cambiar de hecho la política y la conducta pública.
Sorpresivamente emerge insurgente la figura de un “soñador” como “voz líder” de un movimiento que trasciende hasta nuestros días. Gaylord Nelson, entonces Senador Demócrata por Wisconsin y por mucho tiempo conservacionista, fue una de las personas que entendió que los métodos desarrollados para la protesta contra la guerra bien podían ser eficaces en otras esferas.
"En aquel momento", escribió Nelson, "había gran descontento en las universidades a causa de la guerra en Vietnam. Se realizaron protestas denominadas clases anti-guerra a lo largo de los centros educativos de toda la nación. En un vuelo desde Santa Bárbara a la Universidad de California en Berkeley, leí un artículo sobre tales clases, y de pronto se me ocurrió: ¿Porqué no dar una clase nacional sobre el medio ambiente? he aquí el origen del Día de la Tierra"
Aferrado a esta idea, Nelson regresó a Washington en agosto de 1969 y empezó a promover el Día de la Tierra entre gobernadores, alcaldes de las principales ciudades, editores de periódicos universitarios y, lo que es más importante, en la Revista Académica, que circula en las escuelas primarias y secundarias de todo el país.
En septiembre, Nelson anunció formalmente que habría una clase nacional sobre el medio ambiente en la primavera de 1970. Posteriormente narró lo que sucedió a continuación:
"Los servicios por cable difundieron el artículo por todo el país. La respuesta fue increíble. Actuó como los funcionarios que reprimen el crimen organizado. Telegramas, cartas y llamadas telefónicas llovieron de todo el país. Con la ayuda del personal del Senado, llevé a cabo actividades relativas al Día de la Tierra fuera de mi oficina”.
Para diciembre de ese año, el movimiento se había expandido tan rápidamente que se hizo necesario abrir una oficina en Washington para servir de centro nacional de distribución de información y atender las preguntas y actividades concernientes al Día de la Tierra.
El Día de la Tierra alcanzó lo que qué más ansiaba. El objetivo consistió en demostrar una inquietud tan grande por el ambiente a nivel nacional, que sacudiera la arena política. Fue una jugada riesgosa, pero funcionó. Unos veinte millones de personas participaron en manifestaciones pacíficas en todo el país. Diez mil escolares y liceístas, dos mil colegios universitarios y un mil comunidades tomaron parte.
Realmente fue una asombrosa explosión popular. La gente se preocupaba y el Día de la Tierra se convirtió en la primera oportunidad que jamás habían tenido para unirse en una manifestación nacional que enviara un gran mensaje a los políticos: el mensaje de que despertaran e hicieran algo.
Funcionó por la respuesta espontánea y entusiasta a nivel popular. Nada igual había ocurrido antes de esta manifestación en medio de la “hermandad” que caracterizaba a este movimiento, el “hermano ambiente” se transforma en base fundamental de esta “ideología”.
Entonces, sirva el Día de la Tierra para la reflexión sobre de la toma de conciencia de los recursos naturales y su manejo, en la educación ambiental, y a la participación como ciudadanos ambientalmente conscientes . Este día sea verdaderamente para “darle una mano” a nuestro “hermano ambiente” para que nuestra “madre Tierra” sienta nuestra solidaridad.
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A cuatro décadas del día internacional de la Tierra

Por Ollantay Itzamná


En estos 40 años, como nunca antes, se han celebrado una diversidad de conferencias y convenios internacionales para preservar las condiciones de vida en el planeta. 16 conferencias mundiales sobre el cambio climático, 5 cumbres sobre el agua, etc. Pero, las condiciones de vida para las grandes mayorías, incluyendo a los países industrializados, son más vulnerables que en cualquier otro tiempo conocido.
Desde hace 41 años atrás (1970), cada 22 de abril, se celebra el día mundial de la Tierra. Desde entonces se celebraron tres cumbres mundiales sobre la Tierra: Estocolmo (1972), Río de Janeiro (1992), Johannesburgo (2002).
En el año 2000, producto de varios años de debate, la ONU, aprobó la Carta de la Tierra como una guía ética y espiritual para hacer sostenible la vida en el planeta. En 2010, desde Bolivia, los pueblos del mundo plantean el reconocimiento de los derechos de la Madre Tierra. Estos documentos ya no están centrados sólo en la búsqueda del bienestar humano, sino en el cuidado y respeto de las diferentes formas de vida y de la Tierra como un gran organismo vivo.
En estos 40 años, como nunca antes, se han celebrado una diversidad de conferencias y convenios internacionales para preservar las condiciones de vida en el planeta. 16 conferencias mundiales sobre el cambio climático, 5 cumbres sobre el agua, etc. Pero, las condiciones de vida para las grandes mayorías, incluyendo a los países industrializados, son más vulnerables que en cualquier otro tiempo conocido.
Más del 40% de la superficie cultivable de la Tierra ya no produce porque ya es estéril. Pero la humanidad no para de crecer en número. Cerca de 80 millones de niños vienen al mundo, cada año, con un futuro incierto. La humanidad necesita más alimentos, pero no sólo decrecen los suelos cultivables, sino también el agua se agota a velocidades inimaginables, y las multinacionales capitalizan el hambre mundial. ¿Cómo garantizar alimentación para una población en crecimiento, si los suelos y el agua escasean de manera alarmante?
Por si esto fuera poco, los tiempos de cultivo son completamente erráticos, y los efectos del cambio climático engullen e incineran cultivos de países enteros, convirtiendo a sus habitantes en interminables columnas de refugiados climáticos. A todo esto se suman la permanente crisis financiera mundial y la incómoda noticia del pico del petróleo. ¿Imaginó alguna vez Ud. un planeta moderno en permanente bancarrota financiera, y sin hidrocarburos, ni automóviles, ni aviones?
Bosques, lagos, manglares, ríos, mares, sitios ramsar, santuarios ecológicos y ecosistemas, se despiden dejando sólo nostálgicos recuerdos fotográficos, para las siguientes generaciones, como pruebas de nuestra irresponsabilidad para con la vida de las demás especies. ¿Cuánto tiempo necesitó la Madre Tierra en fecundar la vida, en sus diversas formas?
Tres mil ochocientos millones de años del esfuerzo de nuestra Madre, por fecundar vida en el planeta, están siendo arrasados por el suicida y ecocida estilo de vida moderno, ideado en el siglo XVII. ¡Bastaron sólo tres siglos!
¿Cómo podía el hombre moderno alcanzar el desarrollo infinito con “recursos” finitos? ¿Dónde se equivocó la humanidad en su apuesta por perseguir sus sueños? ¿En qué momento el homo sapiens se convirtió en homo demens? ¿En qué momento el jardinero bíblico (Gn.2:15) se transformó en el Satán de la Tierra?
Todo ocurrió cuando el Homo (viene del latín humus, tierra fértil) sapiens renegó de su identidad Tierra y convirtió a su Madre, la Tierra, en una burda despensa inevitable para saciar sus infinitos deseos de confort. Con la ilusión de convertirse en el centro del universo, buscó la “perfección” espiritual. Se enemistó, despreció y maldijo a la materia, habitáculo de los demonios. Por eso hasta la Biblia maldice a la Tierra (Gn. 3:17). Allí comenzó el calvario para la Madre Tierra y todas/os sus hijos. La conducta ecocida del hombre moderno radica en esa ruptura identitaria. Incluso de allí viene el insuperable miedo a la muerte (incorporación al vientre de la Madre Tierra)
Necesitamos reconstruir/reconcialiar nuestra identidad Tierra. Nuestro origen, destino y composición fisiobiológica nos hablan de ello. Somos Tierra que siente, que llora, que piensa, que ama, que sueña. Somos Tierra con consciencia y complejidad diferenciada al resto de nuestras y nuestros hermanos de la comunidad cósmica. Si aceptamos esta condición nuestra, entonces, el amor y la austeridad (en aras de preservar a nuestra Madre) fluirán casi instintivamente en nosotros. De lo contrario, todo esfuerzo por preservar la habitabilidad en la Tierra será siempre un intento fallido.
Podemos celebrar el día mundial de la Tierra los 365 días del año. Podemos pintar de verde todas las leyes y políticas nacionales e internacionales. Podemos cambiar el sistema capitalista y socialista. Podemos inventar un “perfecto” sistema alternativo al desarrollo. Pero el problema no es el sistema solamente, sino los sujetos del sistema. Mientras vivamos renegando y escupiendo a nuestra identidad y condición Tierra, de nada sirve.

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