Jugando con fuego






En la apuesta por la energía nuclear la humanidad se parece a la mariposa que revolotea alrededor de la llama, al menor descuido se le queman las alas


Amira Armenta
TNI



Los enormes riesgos y desventajas que conllevan la generación de energía nuclear no ha sido un obstáculo para su proliferación. En la actualidad hay 443 plantas nucleares en 29 países del mundo y 64 nuevas plantas en construcción. Entre abril de 1986 (Chernobyl) y febrero de 2011 (Fukushima Daiichi) cerca de un centenar de nuevas plantas entraron en fucionamiento en los diferentes países que poseen esa tecnología, y ha tenido que suceder esta última catástrofe nuclear para que el tema vuelva a entrar en discusión a nivel de Gobiernos.
¿Vale la pena correr los riesgos que entraña la energía nuclear porque sus beneficios son tan grandes que opacan los potenciales perjuicios? Mientras los sectores pro-nuclear responden que sí y los anti-nuclear responden que no, engarzándose ambas partes en una enumeración de ventajas y desventajas, se descuida un aspecto clave de este debate que es la información sobre la que se basan estas posiciones. Una evaluación comparativa entre las diferentes formas de energía que tenga en cuenta los costos totales en materia de impactos climáticos, riesgo de accidentes y eliminación segura de residuos, de modo que se evidencie claramente el costo-beneficio de cada una de ellas permitiría tomar mejores decisiones.
Esto es lo que propone un grupo de académicos en un análisis reciente en Solutions sobre la energía nuclear a propósito del desastre de Fukushima Daiichi. ¿Es la producción de energía nuclear tan limpia y tan económica como pretenden hacernos creer los lobbies que la promocionan?
En medio de la enorme ignorancia en la que vivimos la mayor parte de los mortales respecto a temas que ponen en juego a diario nuestro pellejo, los Gobiernos y las empresas involucradas en el negocio nos han vendido el tema de lo nuclear como la forma más limpia de energía. Es verdad que no se ha resuelto aún el 'problemita' de los desechos, se ven obligados a reconocer, pero ¿qué es eso al lado de la cantidad de energía limpia y barata que nos llega a las casas y que nos permite gozar de cada vez más aparatos eléctricos?
Pero, tal como lo señalan los mencionados académicos, la realidad es que la energía nuclear (al igual que la energía producida de fuentes fósiles) está ampliamente subsidiada por los Gobiernos, de ahí que aparezca como relativamente barata. Mostrar los verdaderos costos (sin subsidios) de la producción de energía nuclear haría más competitivas formas alternativas de energía (como la solar y la eólica) que hoy son marginales debido a los mínimos subsidios que reciben que no permiten abaratar su implementación. Además, en el costo de lo nuclear también debería incluirse el gasto que hace el Estado, con plata de los contribuyentes, para reparar los desastres producidos por algún accidente nuclear, como es el caso ahora de Fukushima Daiichi. Reparar daños ecológicos no sólo toma mucho tiempo sino que cuesta muchos miles de millones de dólares que los propietarios de las plantas no siempre están obligados a cubrir. Si los obligaran, el costo de lo nuclear se incrementaría enormemente (haciendo esta energía menos rentable) y al menos los países con centrales nucleares contarían con un fondo que se usaría en casos de desastres.
Por otro lado, contrariamente a lo que la mayoría de la gente cree, la producción de energía nuclear genera también gases de efecto invernadero. De modo que lo que las empresas han usado como el principal atributo de la energía nuclear para lanzar campañas publicitarias en las que se vende esta energía como 'verde' es parte de la desinformación sobre lo nuclear que garantiza que muchos tiendan a no oponerse a la instalación de nuevas plantas convencidos de que no contaminan como lo hacen el carbón o el petróleo.
Y finalmente está el tema del riesgo de desastres con las consecuencias económicas y ecológicas de largo plazo. Al océano y al aire ha ido a parar la basura radiactiva generada por el desastre de Fukushima Daiichi. Si eso ha sucedido en un país tan organizado como Japón, ¿qué se puede esperar que pase con un accidente nuclear en Pakistán (en donde también hay terremotos) o en la India, o en una de las tantas plantas nucleares situadas en zonas densamente pobladas de Europa? Cuando los riesgos son tan grandes que eliminan de un tajo todos los supuestos beneficios, el costo de los errores los pagamos todos. Lo único que recibimos a cambio son palabras como las del señor Sakae Muto, alto ejecutivo de la compañía de energía de Japón pidiendo perdón. Como si se pudiera perdonar lo imperdonable. Mientras tanto, insisto, los gastos de descontaminación van por cuenta de los contribuyentes.
Un poco de sentido común en las políticas energéticas haría que se invirtiera más en energías renovables y se retiraran los subsidios a una producción de energía que es como una bomba de tiempo.
Amira Armenta. Asistente de investigación especializada en Colombia. Está licenciada en Historia de América Latina por la Universidad de Jussieu (París).
Fuente: http://www.tni.org/es/article/jugando-con-fuego

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Un mes después de uno de los mayores accidentes nucleares de la historia
¡No a la industria nuclear, no la energía nuclear!

Salvador López Arnal
Rebelión



Algunos de los últimos datos sobre el que seguramente será el mayor accidente de toda la historia, ya sin futuro si somos razonanbles, de la industria nuclear [1]: el nivel de yodo radiactivo registrado en las aguas marinas de los alrededores de la central de Fukushima es 5 millones mayor al límite legal; el nivel de cesio-137 lo excede en 1,1 millones de veces; TEPCO ha comenzado una operación para verter al mar 11.500 toneladas de agua con una radiactividad relativamente baja (cien veces superior al límite) proveniente de depósitos y del sótano de las unidades 5 y 6 (el objetivo es hacer espacio en esos lugares para almacenar ahí parte del agua mucho más radiactiva -hasta 100.000 veces el límite legal- que anega parte de las unidades 1 a 3); se calcula que unas 60.000 toneladas de agua inundan distintas zonas de la central: una vez drenada, el agua radiactiva será almacenada en tanques y depósitos para basura nuclear en la propia planta, además de en buques de EEUU y una plataforma flotante que será llevada a Fukushima a finales de este mes; la radiación supera ya el límite permitido en una ciudad que está fuera del perímetro de 30 kilómetros de la central nuclear de Fukushima: en Namie, a poco más de 30 km de la central, se detectaron 10,3 milisieverts por hora (se ha colocado en 10 milisieverts por hora el límite desde el que aconseja a las personas permanecer a resguardo en sus casas y no salir al exterior), de hecho la OIEA llegó a aconsejar la semana pasada la evacuación del pueblo de Itate, a 40 kilómetros de la central, por los elevados niveles de radiación registrados si bien al día siguiente señaló que retornaron a los límites permitidos.
Por su parte, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha acusado a la empresa operadora de Fukushima, Tokio Electric Power (Tepco), de no haber tomado las medidas adecuadas para evitar el accidente nuclear [2]. "En retrospectiva, las medidas tomadas por la empresa no fueron suficientes", según el director general de la agencia nuclear de la ONU, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Yukiya Amano. Curiosamente, el director general se ha mostrado convencido de que “un fortalecimiento de las normas de seguridad puede evitar accidentes similares en el futuro”. Seguro, ha señalado, “que hay formas que en el futuro no se repitan estos accidentes". No ha explicado las razones de su seguridad. ¿De dónde este “seguro de que existe formas de que en el futuro…”?
El gobierno nipón, un mes después del accidente, ha ampliado a 40 km el radio de seguridad de la central. Hoy, más que nunca, como ya han gritado y vindicado los ciudadanos y ciudadanas de Tokio y de todo Japón: ¡no a la industria nuclear!, ¡no a las aventuras fáusticas e irresponsables! Con palabras de Eduard Rodríguez Farré: “El escenario, en el momento en que hablamos, sigue siendo confuso y las falsedades o medias verdades se acumulan. Se intentó minimizar el accidente, se llegó a decir que no había radiactividad cuando en realidad dos o tres días después ya se había detectado contaminación radiactiva en 17 marines de EEUU que estaban patrullando en helicópteros a unos 100 kilómetros de distancia de la central; hubieron explosiones y dijeron que no pasaba nada. Durantes tres semanas, la única información que se ha recibido proviene sobre todo del Servicio Meteorológico y Geofísico de Austria, que, afortunadamente, decidió desde el primer día sacar la información a la luz. Tenemos mapas que muestran cómo se ha ido moviendo la nube radiactiva.; en ellos se aprecia que la radiación ha recorrido unos dos tercios del planeta. En varios puntos de Europa ya se han detectado trazas, en España también, aunque en una cantidad ínfima en estos momentos. No puede sostenerse que cuanto más lejos estemos habrá menos problemas. La zona de la central está ultracontaminada, pero a partir de 40 o 50 kilómetros todo depende de las condiciones meteorológicas. Inicialmente, la radiación fue hacia el interior de la isla de Honshu y ahí van a quedar muchos lugares contaminados. Las leucemias, entre otras enfermedades, pueden incrementarse a medio plazo, en cinco años, un plazo que en radiobiología es relativamente corto, porque los efectos son diferidos. En los primeros meses o años pueden aparecer efectos inmunitarios, por lo que puede desarrollarse cierta propensión a adquirir infecciones, problemas hormonales, problemas de crecimiento en niños. Hay efectos que incluso podrían tardar más de 10 o 20 años en aparecer”.
 
Notas:
[1] http://www.publico.es/internacional/369723/las-aguas-de-fukushima-superan-en-5-millones-la-radiacion-legal
[2] http://www.publico.es/internacional/369555/oiea-tepco-no-hizo-lo-suficiente-para-evitar-el-accidente-nuclear
[3] Salvador López Arnal, “Entrevista a Eduard Rodríguez Farré”. El Viejo Topo, 2011 (en prensa).

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