La primavera silenciosa



 Pedro Luis Ibáñez Lérida

La bahía de Portmán en la población de la Unión, provincia de Murcia, es el lugar de mayor concentración de residuos mineros al aire libre en España. Un auténtico vertedero. Desde 1957 y hasta 1992, la empresa Peñarroya explotó la sierra próxima en busca de plata, oro, plomo, blenda, pirita, etc. Esta bahía había sido utilizada como puerto natural desde la época de los romanos. Era conocida como “Portus Magnus”. Galeras cargadas de oro, procedentes de Cartago Nova, partían hacia Roma. Actualmente  los desechos de 33 años de actividad cubren 14 metros de profundidad y han arrasado 12 Km. mar adentro. Provocando el aterramiento y la desaparición de la flora y fauna de la bahía.

El equilibrio que se mantenía intacto entre explotación minera, pesquera, la sierra, la bahía y el propio pueblo de Portmán, fue truncado con la construcción de uno de los lavaderos de flotación más grandes del mundo. Con ese halo de familiaridad dramática, fue bautizado con el nombre de “Roberto”. Elemento de la minería moderna que con su caño, sepultó a la bahía.

En el año 1962, la bióloga, escritora y científica norteamericana Rachel Louise Carson, publicó “La primavera silenciosa”. Una obra de divulgación científica cuya repercusión resultó determinante para consolidación de la conciencia medioambiental. La autora no prescinde de cierto lirismo, lenguaje directo y rotunda amenidad al tratar la naturaleza. Su visión era global pero partiendo de la capacidad de destrucción del ser humano, como un elemento más de aquélla.

Había una extraña quietud. Los pájaros, por ejemplo, – ¿adónde se habían ido? Muchos hablaban de ellos, confundidos y perturbados. Las estaciones de comida en los patios estaban desiertas. Los pocos pájaros que se veían estaban moribundos; sólo temblaban violentamente y no podían volar. Era una primavera sin voces. En las mañanas que una vez palpitaban con el canto mañanero de los petirrojos, tordos chillones, palomas, grajos, chochines y muchas otros cantos de pájaros, no tenían ahora ningún sonido; sólo el silencio se extendía sobre los campos, bosques y ciénagas”.

El título es una metáfora sobre los efectos de los pesticidas y su incidencia en la cadena trófica. La perseverancia en estos usos nos llevaría a una primavera sin pájaros. Envenenando nuestros suelos, ríos, lagos, animales, alimentos e incluso a nosotros mismos.  A su toxicidad se añadía la acumulación en los tejidos grasos de los organismos vivos. La correlación entre el uso de plaguicidas y los índices de reproducción son esclarecedores. Cuestión que abunda en el presente pero con otro silencio. El de las empresas que los fabrican, amparadas en leyes de secretos comerciales, y en el envío a países en vías de desarrollo. Los esquimales desconocían lo que era el cáncer. En 1960 se encontraron huellas de plaguicidas entre sus miembros y comenzaron a aparecer casos de  esta enfermedad en su comunidad.  

En la obra denunciaba el uso de aquéllos. Poniendo en jaque  a los científicos agrícolas y al gobierno de su país. Fue acusada de comunista. Rachel Carson ofrece una mirada distinta sobre la naturaleza y hasta ese momento desconocida. Curiosamente la revista “Time”, que cataloga a esta autora en la actualidad como una de las personalidades más influyentes del siglo pasado. Definió a esta obra en el año de su publicación como “una simplificación excesiva de redomados errores”. 

Nosotros nos sentimos adecuadamente impresionados por los efectos genéticos de la radiación; ¿por qué, entonces, podemos quedarnos indiferentes al mismo efecto causado por los productos químicos que diseminamos ampliamente por nuestro alrededor?”

Así se manifiesta Rachel Louise Carson. Con una vigencia incontestable que abunda en el lamentable y supino error que nos encontramos, casi 40 años desde su publicación.

La batalla de las cosas vivas contra el cáncer empezó hace tanto tiempo que su origen se pierde en la distancia (...) Con el advenimiento del hombre la situación empezó a cambiar, porque este ser, único entre todas las formas de vida, puede crear sustancias productoras del cáncer, las que en terminología médica se llaman carcinógenas. Una parte de esas sustancias fabricadas por el hombre han formado parte del medioambiente. (...) Por la evidencia conseguida con los experimentos animales podemos ver que cinco, o quizás seis de los plaguicidas, deben ser clasificados como carcinógenos”.

Rachel Louise Carson falleció a los 56 años paradójicamente afectada por cáncer de mama. Apenas pudo conocer la trascendencia contemporánea de su obra.

La empresa Peñarroya, durante los tres primeros años de funcionamiento de la explotación en Portmán, vertió 3000 toneladas. Los estériles –material sin valor económico extraído para permitir la explotación del mineral útil- llegaron a multiplicarse debido a la gran producción. Finalmente, a su cierre en 1992, el número de estériles ascendió a 70 millones de toneladas.

Con la entrada de España en la Unión Europea, la empresa vendió los 6 millones de metros cúbicos de los que constaba la mina. El precio de venta fue irrisorio, una peseta el metro cuadrado. Tal vez alarmados con la posibilidad que la legislación medioambiental europea, les obligase a pagar el coste ecológico que habían generado. Muy lejos de la realidad. La empresa fue absuelta del presunto delito en 1993, pues tenían permiso para los vertidos.

La cuestión es si alguna civilización puede desencadenar una guerra implacable sin destruirse a sí misma y sin perder el derecho a llamarse civilización”. De momento, hemos desencadenado una guerra contra la naturaleza y existen visos de un futuro de destrucción. ¿Civilización...? Es un concepto acuñado en el siglo XVIII por los ilustrados en contraposición al feudalismo. En la segunda mitad del siglo XIX, naciones europeas se proclamaron portadoras de la civilización. Su consecuencia “civilizadora”, les llevo a la conquista y dominación violenta de territorios en diferentes partes del mundo.

http://www.belianis.es/ecologiasocial.htm

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La Bahía de Portmán y sus alrededores anegados con más de 33 MILLONES de metros cúbicos ( más de 60 millones de toneladas) es el mayor desastre medioambiental de España y el Mediterráneo, superando con creces los 5 millones de capacidad de la presa de Aznalcóllar y las 77.000 toneladas de petróleo transportadas por el Prestige.

Las personas que vivimos en Portmán y en el entorno de Cartagena - La Unión, las organizaciones de la sociedad civil y mucha más gente, reclamamos que se termine con esta situación y se nos devuelva lo que es nuestro, después de que la explotación minera se haya llevado la riqueza natural de la zona y la haya dejado degradada.

A esta situación hay que añadirle la degradación de la Sierra Minera, que también constituye el entorno de Portmán, y en la que las sucesivas cortas mineras y la acumulación de terreras ha dado lugar a un paisaje lunar.


Durante siglos, la cuenca minera de Cartagena – La Unión, ha sido explotada mediante la construcción de pozos y galerías para la extracción de minerales como el plomo, zinc, plata, azufre etc. La agregación de propiedades dió lugar al nacimiento de la Sociedad  Minera y Metalúrgica Peñarroya S.A.,  quienes paso a paso se harían con todas las explotaciones mineras de la cuenca e iniciarían en 1957 la verdadera revolución en la Sierra, con el inicio de grandes explotaciones a cielo abierto y con la construcción del gigantesco lavadero de flotación denominado “Roberto”, desde donde se llegaron a verter 10.000 toneladas de lodos contaminantes al día, lo que, ante la pasividad de la Administración (que lo autorizó en enero de 1972), llevó a la colmatación de la bahía.

Tras un larguísimo proceso de protestas, el 31 de marzo de 1990 cesaron los vertidos al mar.  Se habían vertido más  de 60 millones de toneladas de residuos sólidos, y la línea de playa se había retirado 700 metros.

A partir de ahí comienza la lucha por recuperar lo nuestro, que consigue todos los pronunciamientos políticos a su favor, sin que hasta ahora se haya movido ni un puñado de tierra. Después de muchos proyectos, la Administración baraja tres alternativas, que van desde el sellado (cubrir los lodos con gravas, arcillas... y eliminar la playa) a una recuperación amplia, pero sin llegar a la propuesta de los vecinos de recuperar la bahía y la sierra.


http://www.portman.org.es

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