La importancia del cambio climático y como afectará a la Argentina








Por Cristian Frers

El cambio climático es la mayor amenaza ambiental de este siglo, con consecuencias económicas, sociales y ambientales de gran magnitud. Todos sin excepción; los ciudadanos, las empresas, las economías y la naturaleza en todo el mundo están siendo afectadas.Ya no hay discusión científica acerca de las dramáticas consecuencias del cambio climático global que está soportando el mundo: con islas que se hunden, huracanes que destrozan, glaciales que deshielan y ecosistemas que desaparecen.


El clima ejerce una enorme influencia en la naturaleza y en nuestras vidas, determina en gran medida la fauna y la flora de cada lugar, la cantidad de agua dulce disponible, los cultivos... y al final también influye en la cultura y medios de vida de cada región del mundo
Desde los primeros tiempos las variaciones climáticas han modelado el destino de la humanidad, y el ser humano ha reaccionado en gran medida adaptándose, emigrando y desarrollando su inteligencia. Durante las últimas glaciaciones, los niveles de los océanos descendieron y los seres humanos se desplazaron a través de puentes continentales desde Asia hacia América y las islas del Pacífico. Desde entonces se han registrado numerosas migraciones, innovaciones y también catástrofes.
Algunas de estas han tenido su origen en pequeñas fluctuaciones climáticas, como unos pocos decenios o siglos de temperaturas levemente superiores o inferiores a la media, o sequías prolongadas. La más conocida es la Pequeña Era Glaciar, registrada en Europa a comienzos de la Edad Media que provocó hambrunas, insurrecciones, y el abandono de las colonias septentrionales en Islandia y Groenlandia. El hombre ha soportado durante milenios los caprichos climáticos, recurriendo a su ingenio para adaptarse, incapaz de influir en fenómenos de tal magnitud.
Actualmente, es un hecho científico que el clima global está siendo alterado significativamente en el siglo XXI, como resultado del aumento de concentraciones de gases invernadero tales como el dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos y clorofluorocarbonos. Estos gases están atrapando una porción creciente de radiación infrarroja terrestre y se espera que harán aumentar la temperatura planetaria entre 1,5 y 4,5 °C (el llamado Efecto Invernadero y Calentamiento Global). Como respuesta a esto, se estima que los patrones de precipitación global y corrientes marinas también se alteren. Asociados a estos potenciales cambios, habrá grandes alteraciones en los ecosistemas globales.
El cambio climático es la mayor amenaza ambiental de este siglo, con consecuencias económicas, sociales y ambientales de gran magnitud. Todos sin excepción; los ciudadanos, las empresas, las economías y la naturaleza en todo el mundo están siendo afectadas.
Ya no hay discusión científica acerca de las dramáticas consecuencias del cambio climático global que está soportando el mundo: con islas que se hunden, huracanes que destrozan, glaciales que deshielan y ecosistemas que desaparecen. Los modelos más desarrollados y probados del mundo coinciden en pronosticar un panorama desolador para los próximos 50 años.
Los próximos años serán cruciales. Una pata importante de esa carrera contra el tiempo es el acuerdo al que puedan llegar los países desarrollados y en vías de desarrollo. También es muy importante comprender que con sólo eso no alcanzará, que se necesita mucho más.
Dada la complejidad del problema y su multicausalidad, las acciones tendrán que encararse desde distintos flancos; ninguno de ellos de fácil resolución. Por otra parte y debido a que el cambio climático constituye un problema de características mundiales, la acción de unos pocos países sin el compromiso real del resto de los países del mundo (especialmente los más poderosos y desarrollados), no conducirán a la solución ni a la minimización del problema.


En términos generales, las líneas de acción podrían ser las siguientes:
Transporte: Es un sector muy dependiente de los combustibles fósiles, cuyas emisiones de dióxido de carbono, ya en 1990 alcanzaban el 28% de las emisiones de origen energético y continúan creciendo rápidamente. Hay que potenciar los medios de transporte más eficientes como el transporte público y el ferrocarril convencional para desplazamientos interurbanos. También es necesario impulsar la fabricación de motores de tecnologías menos consumidoras de carburante.
Eficiencia energética: Es la obtención de los mismos bienes o servicios con menor gasto de energía. Se trata de usar nuevas tecnologías como en el caso de las lámparas de bajo consumo en iluminación. Las inversiones en eficiencia además resultan rentables a corto o medio plazo.
Ahorro de energía: El aumento en el consumo de energía que viene experimentando nuestro país no responde, en gran medida, a la satisfacción de necesidades básicas sino a la creación de nuevas necesidades típicas de países ricos: por ejemplo el incremento de instalaciones de aire acondicionado que han supuesto un notable crecimiento del consumo eléctrico en verano. si se promocionaran medidas de aislamiento térmico de edificios, y de uso adecuado de la electricidad (no para calefacción ni para cocinar) se obtendrían ahorros considerables de emisiones.
Energías renovables: La promoción de energías de bajo impacto ambiental como la eólica, la solar térmica y fotovoltaica, minihidráulica y biomasa, en un contexto de promoción del ahorro y la eficiencia llevan a la sustitución de las energía fósiles y por tanto a la reducción de emisiones de dióxido de carbono.
En la República Argentina, con su inmensa variedad de suelos y climas, no se queda afuera de estas proyecciones climáticas. Algunos serán cambios negativos; otros positivos. Inviernos más templados reducirán el abultado gasto en calefacción de los habitantes de la Patagonia, pero el aumento de precipitaciones asociado empeorada allí los problemas de erosión. Algunas regiones poco productivas podrían verse beneficiadas por un incremento de la actividad agropecuaria.
El Litoral y la Pampa Húmeda sufrirán inundaciones más frecuentes, y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires soportará mayores precipitaciones y veranos más sofocantes.
Los eventos extremos, como tormentas, sequías, olas de frío o calor, serán más comunes. Otro aspecto importante será el agua. La región de Cuyo podría sufrir sequías importantes al disminuir la cantidad de nieves en las altas cumbres. A su vez, la Capital Federal podría también tener problemas de abastecimiento de agua potable por el aumento del nivel del mar previsto entre 9 y 88 centímetros, que afectará al Río de la Plata. Los vectores de enfermedades, como el dengue y el paludismo, ya han iniciado su migración hacia latitudes templadas.
Así, generalizando, gran parte de nuestro territorio tendrá inviernos más templados, veranos más sofocantes y una Ciudad Autónoma de Buenos Aires casi, casi tropical. Con lluvias breves e intensas, seguramente los pulóveres de lana gruesa y las camperas más abrigadas pasarán definitivamente a cuarteles de invierno.
En promedio, la temperatura aumento un grado en el territorio argentino durante el último siglo. El promedio de 14 modelos climáticos prevé un incremento de 1,5 grados más para el año 2030 en el norte del país –donde las zonas de calor se harán más severas-, y de 0.7 grados en el extremo sur.
En la desembocadura del Río de la Plata, el mar creció 17 centímetros durante el siglo XX, y se estima que a lo largo del siglo XXI podría subir otros 50 centímetros.
El doctor Vicente Barros, del Centro de Investigación del Mar y la Atmósfera de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, expreso que “El cambio climático no hará sino anticipar los problemas que podría tener la Argentina a largo plazo en materia energética y del uso del agua y del suelo, por lo que las medidas a adoptar, en buena parte coinciden con la respuesta que el país debe enfrentar en esos sectores. En el caso de la energía, las soluciones a largo plazo pasan sobre todo por su uso racional y por el desarrollo de energías renovables. En algunas provincias –Salta, Santiago del Estero y Chaco- habrá que frenar ya la deforestación, para evitar que las tierras desmontadas no sirvan ya para la agricultura y se desertifiquen”.
El doctor Barros continuó con su exposición, expresando: “Si uno mide las emisiones por habitante. Argentina está por encima del promedio, y emite más que China, Brasil e India. Si ellos adquieren compromisos para bajar sus emisiones es probable que no permitan que países con mayores emisiones por habitante no hagan lo mismo”.
Hay quienes expresan que, como no estamos seguros de cómo será el cambio climático, debemos hacer poco o nada. Lo cierto es que un gran número de personas se niegan a aceptar los hechos. Menos, aún, están dispuestas a considerar que ellas tienen algo que ver con el asunto. Lo más sencillo psíquica y políticamente es interpretar lo que a uno le gustaría interpretar, o bien patear la pelota afuera del campo de juego.
Mi opinión personal es que la incertidumbre debe hacernos actuar hoy, no mañana ni pasado, más resueltamente. Según la Organización Meteorológica Mundial, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera llegó a un nivel récord en el año 2005. El 62% de las emisiones de gases que causan el efecto invernadero corresponden al dióxido de carbono. El actual Protocolo de Kioto no permitirá estabilizar estas concentraciones, sino que a lo sumo frenará el crecimiento.
Precisamente, lo que se debe discutir son las medidas a tomar después del 2012, cuando expire nombrado Protocolo. Sé podría abordar este problema a escala mundial con un impuesto acordado globalmente, lo que no significa un aumento en la fiscalidad total, sino simplemente un sustituto en cada uno de los países de los impuestos actuales por un impuesto a la contaminación, por dióxido de carbono. Tiene mucho más sentido gravar lo dañino, como la contaminación, que lo positivo como el ahorro y el trabajo.
La Tierra esta sufriendo de fiebre y está no es una buena señal. La culpa es de todos. De la sociedad humana, con sus perversiones, su irresponsabilidad, su corrupción, sus intereses, su egoísmo, su hipocresía.
Si la Tierra está molesta, cada vez más enojada, es por culpa de todos. Cada vez le hacemos más daño. Y cuando la culpa es de todos, no significa que ella no sea de nadie en particular. Es de cada uno, según su grado de responsabilidad.
Estamos muy enfermos, y no nos damos cuenta. Enfermos de soberbia, de materialismo, de codicia. Pero podemos reaccionar. Podemos hacer un examen de conciencia; entrar en conversiones con nuestro ser profundo, con la parte elevada que hay dentro nuestro y ver si podemos cambiar, aunque sea en algo. Antes de que sea demasiado tarde.
Sólo tenemos un planeta y debemos conservarlo como un tesoro. El calentamiento del planeta es un riesgo que no podemos permitirnos el lujo de seguir desconociendo. www.ecoportal.net
Cristian Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social

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