Cuevas de Naica


Los cristales miden catorce metros de altura, con diámetros que pueden superar el metro de grosor.
Un grupo de espeleólogos se adentra en el desierto de Chihuahua en México para contemplar unas columnas gigantes.

Es el punto culminante de su carrera de explorador, aunque casi le cuesta la vida. Paolo Forti sabía que era peligroso. En la primavera de 2006, durante una expedición, no pudo controlar su curiosidad y se adentró en la llamada cueva de los Cristales, en las entrañas del desierto de Chihuahua (México). Se quedó contemplándola unos minutos de más, hasta que el aire infernal, caliente y húmedo, le trastornó los sentidos. De repente sintió cómo el vértigo se apoderaba de él; cómo perdía el control sobre su vejiga, cómo, casi indefenso, luchaba por respirar. Sacando fuerzas de flaqueza logró abrir la puerta de acero que separa la febril cámara de cristal del resto de las cuevas, empapado en sudor, mientras los latidos del corazón le retumbaban. Fuera, sus colegas lo pusieron en una camilla, le colocaron bolsas con hielo bajo las axilas y la nuca y le dieron litros de bebida electrolítica: pese al traje protector que llevaba, la temperatura corporal de Forti había alcanzado los 39ºC, y la presión sanguínea estaba en niveles preocupantes. No pudo levantarse hasta una hora después. Sabe que tuvo suerte al superar sano y salvo un golpe de calor que sin duda podría haber acabado con su vida.
El geólogo italiano Paolo Forti, de 62 años, es uno de los espeleólogos más experimentados del mundo. Un hombre al que le sobra energía: no logra quedarse quieto en la silla de su despacho de Bolonia cuando empieza a hablar del mundo subterráneo oculto bajo el pueblo minero mexicano de Naica, sus divinos cristales, su clima infernal. Paolo Forti dirige el Instituto Italiano de Espeleología y fue presidente de la Unión Espeleológica Internacional. Hace más de 40 años que viaja alrededor del planeta explorando los enigmas de aquellas profundidades en las que jamás penetra la luz del sol. Ha conocido bastantes formaciones de estalagtitas y estalagmitas, formas cristalinas y laberintos espectaculares. Pero las cuevas de Naica le desconcertaron, como admite con gusto. “La humanidad jamás ha visto nada semejante, ni siquiera lo ha soñado. En las novelas de Julio Verne, sí, pero jamás en la realidad”.
El ambiente en el interior es sofocante,
la temperatura ronda los 50ºC y
la humedad del aire es del 100%
Un día de octubre de 2002, todas las certezas que Paolo Forti había acumulado a lo largo de una vida de explorador empezaron a derrumbarse. Hacía dos años que entre los espeleólogos se hablaba del relato de dos mineros mexicanos que, según se decía, descubrieron una cueva llena de cristales gigantescos durante una voladura en Naica, una de las minas de plata, plomo y zinc más grandes del mundo. Se decía que el aire allí era insoportable, caliente y húmedo como vapor de agua.
Ahora, por fin, va a tener la ocasión de contemplar la legendaria cueva de los Cristales con sus propios ojos. Junto a tres investigadores y un ingeniero de la empresa minera Peñoles, recorre las galerías de la mina en una camioneta, adentrándose en profundidades cada vez mayores bajo el desierto de Chihuahua. Descienden durante 20 minutos. Después, a 290 metros bajo la superficie terrestre, el conductor tuerce, metiéndose en un túnel todavía más angosto, y detiene el vehículo delante de una puerta.
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La temperatura es de 35ºC. No obstante, Forti lleva una camisa de algodón de manga larga; su colega, el físico Giovanni Badino, incluso se ha abrigado con ropa polar de varias capas. Los científicos creen que aquello que protege contra el frío también lo hará contra el calor extremo que esperan en el interior de la cueva, puesto que el aislamiento térmico funciona en ambas direcciones. La otra estrategia, la de llevar un mínimo de ropa y regular la temperatura corporal sudando, no funcionaría en las profundidades de Naica: como en los baños de vapor romanos, el sudor no podría evaporarse en el ambiente caliente y húmedo de la cueva, por lo que no podría refrigerar los poros de la piel.

EL FUTURO DE LAS CUEVAS
La exploración de las cuevas es una carrera contrarreloj. Las voladuras que se realizan para explotar una cercana veta de zinc hacen temblar peligrosamente, y varias veces al día, la cueva de los Cristales. Además, las columnas de selenita son efímeras por naturaleza: desde que la cueva se quedó seca debido a la extracción artificial del agua, las sensibles formaciones minerales están expuestas a la paulatina destrucción. La doble puerta sólo aísla escasamente el clima de la cueva: cada año, la temperatura cae medio grado; el agua se condensa en las superficies cristalinas y en algunos lugares se ve cómo se disuelven y la selenita transparente se va convirtiendo en piedra caliza. ¿Cómo es posible conservar los cristales para la humanidad? Cada segundo, las bombas de la empresa minera Peñoles sacan del sistema de túneles un metro cúbico de aguas freáticas calientes para seguir explotando plata y zinc.
Pero, antes o después, Peñoles apagará el sistema de bombas, y las cuevas volverán a cerrarse.
Y los cristales harán lo que siempre han hecho: seguir creciendo.
Texto: Tobias Zick - Foto: P. Petrignani, T. Bernabei, J. Osorio, G. Badino - Fuente: GeoEspaña

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